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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Traición



No hay mayor traición que la que se viste de no serla. No hay mayor abandono que el que se camuflan en variopintos derroteros. Pero en la vida la capacidad de sorpresa es de las pocas cosas que existen siempre y llegan de forma inesperada. Crueles sorpresas la que visitan mis lides. Pues algunos, sí caemos del guindo, y el idealismo nos sobrepasa hasta puntos inimaginables. Y eso tiene sus nefastas consecuencias.

        Pues ante todo soy absurdo, necio, e incluso sobrepasando la imbecilidad. Algunos lo llamarán virtud… ya os puedo adelantar que ante todo es un gran defecto. Ser crédulo, confiar en las personas de forma ciega, creer en sus palabras, en sus miradas, en su tacto. No es confianza, es nuestra estúpida mente que ve lo que ansía tener. Y nuestro nefasto aconsejador, el corazón, tiñe de mariposas el propio estómago para dejarte cautivar por lo que piensas que ésta sí es la verdadera ocasión. Más lejos de la realidad. Cuan mecanismo masoquista nos dio esa deidad que supuestamente nos creó. Seguro que tuvo por hijo a Maquiavelo.

        Pero la verdad se impone siempre, aunque no guste. Y la prefiero aunque su sabor sea de las más amargas  hieles. La verdad de que nada es totalmente verdadero, ni certero. Que un verso de una canción nunca será ese axioma existencial entre dos personas… simplemente es un verso carente de sentido, más allá de la musicalidad de la canción de la que procede. La verdad de haberme confundido de época y no adaptarme a las sociedades modernas. Que obsoleto es lo de en la salud y en la enfermedad, cuando existe algo más práctico, el clínex, de usar y tirar en cuanto pueda llegar un pequeño y nimio resfriado. La verdad de que las palabras se las lleva el viento, y las escritas también, pues casi por arte de magia lo que parecían significar, se tornan en todo lo opuesto. Qué habilidades disponen muchos para tales menesteres. La verdad  de que detrás de unas supuestas y entendibles razones, no hay separación, aunque se finja que es eso, sino el más absoluto abandono con toda la desprotección que ello conlleva. Y esa es otra verdad, el ser iluso por ilusionarte en sentirte protegido, pleno, feliz, aunque la vida sea ardua y dura. Pero llega nuestra amiga sorpresa y nos despierta a base de golpes y lágrimas por doquier… y sólo queda vacío profundo, tristeza agónica, vulnerabilidad aplastante… y un sinfín de epítetos con similares características. 
       
    La vida nos tiñe de irrealidades con crueles pinceladas de ironía, aderezada un poco de grandes paradojas. Pues como decía, no hay mayor traición que la que se viste de no serla. Y no hay mayor traición con uno mismo que repetir sentimientos y actuaciones que por juramento nunca volvería hacerlo. Por favor, que alguien me devuelva al siglo XIV, donde el honor y otros valores eran sagrados tan sólo con dar tu palabra. Hoy todo es efímero… y lo primero, la palabra.

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