Páginas

sábado, 11 de enero de 2014

REFLEXION 15. Vuelve el Fantasma



Hola a todos de nuevo. Hace mucho que no escribo por estos lares… Y todo tiene sus motivos, algunos ilusionantes, otros desidiosos, otros… bueno, en otro momento os hablaré de ellos. Hoy vengo con otra de estas reflexiones mías, acerca de esta malvada reina de cuenta llamada Agorafobia.

        Hacía mucho tiempo, no sé cuánto, pero bastante, que no salía de mis prisiones particulares (aunque psicológicamente las vea como refugio) y nuevamente esta maestra del engaño volvió a dar un giro de tuercas, sin echar aceite siquiera en los engranajes de su maquiavélica maquinaria para producir mayor dolor si cabe en dicho acto de apretar sus piezas.

        Como os decía, mis salidas al exterior ya extraño y desconocido, como si de un nuevo mundo se tratara, hacía meses que no se producían y mi valentía ausente difiere cualitativamente a la que en su día podría tener un Hernán Cortes en la conquista del entonces nuevo mundo… Yo prefería quedarme resguardado en mis pequeños metros cuadrados, y no embarcarme en redescubrir aquellos territorios que antaño eran paso normal en cualquier travesía.

        Os preguntaréis, ¿Qué habrá hecho estas navidades? ¿Época de comidas con las familias? Respuesta fácil. Aunque la ansiedad estuviera presente, conseguí viajar unos kilómetros escasos para esos aconteceres, pero parecía más un testigo protegido de estos que salen en las películas americanas, que un normal ir a comer con la familia política. De casa, rápidamente al coche (obviamente conducía mi pareja), recorrido en auto rápido por las distancias y aparcando en pleno portal de mi suegra, para bajar velozmente, mirando a ambos lados para ver que no hubiera mucho gentío en la calle y con la misma velocidad subir tres pisos e introducirme en otro refugio, otro campo resguardado, como era la susodicha casa. La vuelta, misma operación. Y aunque estaba a gusto, la ansiedad siempre me acompañaba, aunque tenía suerte que la olvidaba por momentos en las charlas típicas con sus risas muy características de esas comidas festivas.

        Pero fueron dos pequeños viajes con dicha metodología, que realmente no significan salidas ni logros que poder narrar… pues no los veo como tales…. de refugio en refugio, como si de un tablero de juego se tratara… “de oca a oca, y tiro por que me toca…”

        Pero ayer fue distinto. Muy distinto. Volví, sin pretenderlo, a desoír los consejos profesionales de quienes intentan ayudarme. Y me embarqué en una aventura que seguramente no tuve que iniciarla. También, para que sirva como eximente en cierto grado, decir que como muchas veces ignoro el día concreto en el que vivo y por medicación o ansiedades se me olvidan muchas cosas, no recordaba que era viernes, después de Reyes, rebajas… o sea, gentes por todos lados como si de un hormiguero enloquecido e tratara, saliendo de su agujero, yendo en todas direcciones, huyendo de un depredador inmerso en sus grutas subterráneas.

        Pero como os decía, ignorante total, me fui a la gran ciudad al típico cambio de regalo de reyes, creyendo que podría hacerlo… Elegí el momento, por la tarde, casi anocheciendo. ¿Quién podría deambular un día de diario por las calles o la tienda específica, si estarían trabajando y el movimiento de masa sería poco o casi insignificante? ¡Estúpido, olvide que era Viernes! Mi amiga Agorafobia, cual maestra en mover cubiletes, y yo creído de tener todas las variables posibles y por ende, a mi favor… la pérfida tenía escondida la más importante… ¡Era viernes!

        Pero cuando me di cuenta de tal avatar, ya era demasiado tarde. Recuerdo la llegada a la gran ciudad, (Badajoz, la ciudad mas grande de Extremadura, que si bien son unos 200.000 habitantes, para mi es como si fuera un Madrid en toda plenitud en cuanto a vorágine) casi oscureciendo, coches por todos lados, la ciudad era muy distinta… muy cambiada… un mundo nuevo! Nueva paradoja. Cuántas veces la habré recorrido andando o en coche, pues conozco cada calle, cada rincón, cada recoveco… y ahora era nueva, desconocida, cuasi amenazante. Puedo decir que hacía mas de un año que no estaba por dicha urbe, quitando la excepción de un viaje fugaz en ambulancia por aconteceres que podéis imaginar, por lo que dicho viaje no cuenta, pues apenas recuerdo nada, por razones que también podéis sospechar, y lo único que mis ojos pudieron ver fue el interior del vehículo sanitario y las paredes de las urgencias del hospital.

        Ya empezaba la cosa a pintar mal… mi estrategia se hundía en no sé qué tierras movedizas… Algo iba mal. Y llegó la inspiración. ¡Alberto, estúpido… es viernes! Pero ya no había marcha atrás… ya estaba allí y sólo quedaba continuar –o al menos era la única opción que entraba en mi psiqué– y seguimos rumbo al centro comercial más grande de la ciudad… ¡Para rizar el rizo! La Ansiedad, que nunca me ha dejado ni un momento, torturadora por derecho, en estos años, fue in crescendo de forma fulminante llegando a picos extremos. Pero ya estaba allí, y volviendo a mi auto reconocida ignorancia, creí armarme de valor… pensé, hagámoslo rápido y vuelta a  casa-refugio-carcel, y ya está… seguro que podré hacer al menos eso.

        Llegamos al lugar moderno de concentración de masas, el gran centro comercial (lástima que este sea el nuevo modelo de  concentración de personas y no lo sea un teatro, cine, o museo). Baje del coche. Todo era nuevo, repito…. Pero las consecuencias de la Ansiedad no tardaron en aparecer… realmente fueron microsegundos. Empecé con el particular movimiento de cabeza girándome casi los 360 grados y vislumbrar quienes habían por tal lugar…. Paseaba mucha gente… para mí era una horda inmensa. La vista empezó a nublarse, mi punto de visión estaba rodeada como por un aura circular borrosa y en demasía deslumbrante, mis piernas empezaban a flaquear y mis movimientos cada vez más torpes, hacían incluso un andar inestable, casi que caigo en varias ocasiones, y mi tez, nuevamente, cambió de color cual iguana para tornarse en un blanco de muerto viviente, pues mis ojos a la vez, los notaba como hundidos y sus cercanías mas oscurecidas. Pero aún así, tenía que terminar a lo que venía hacer. Otro intento de crearme autoestima y valor, que finalmente fueron fallidos, no en cuanto al acto… que logré realizarlo a duras penas, sino a las consecuencias posteriores. Para resumir, logré llegar a la tienda, por suerte en ella no había mucha gente, apresuradamente conseguí hacer el canje que venía a hacer… me costó pagar, la ansiedad era tal que hasta olvidé el número secreto de la tarjeta de crédito, utilizando años y años siempre el mismo… Terminé la compra y salí a piernas de aquel lugar.

        El recorrido al coche no fue mejor, al contrario, y eso que significaba la vuelta al refugio. Continuaba con los síntomas ya citados, pero se unió, sin esperarlo, el que no quería que apareciera en ningún momento, el miedo. Sí, de repente empecé a sentir miedo, un miedo extraño, fuerte en mi interior… un miedo a no sé qué, pero muy real y efectivo. Miedo a morir, a que alguien me atacara, a no poder salir de allí, a… De veras, no puedo explicarlo, solo deciros que era muy fuerte, intenso, devastador, cual niño desprotegido del amparo de sus padres ante la presencia del monstruo que más le aterra. Como digo no puedo, o no encuentro palabras para explicar ese miedo y su intensidad… pero fue agotador, sufriente, desesperante, como un sentirme atrapado sin salida y cuyo resultado fuera una muerte inminente llegada por un asesino psicópata de película y tu atrapado en el típico callejón oscuro y sin salida. Fue horroroso. Y aquí llega una frase muy manida, pero que realmente siento que es cierta… Esto no se puede entender, por muchas palabras que se usen, hasta que no se pasa por ello. Repito, pensaréis que es la típica frase manida que se usa para cuando no se tiene el rigor de explicar algo… no tendría renglones para poneros símiles para intentar haceros llegar lo que puede significar… y os aseguro que llegaría a pequeños porcentajes de lo que esto realmente es. Esta vez, la excepción confirma la regla… Esa frase archirepetida, se convierte en verdad.

        La reflexión está siendo larga y no quiero aburriros mas, así que el resto os lo resumo. El viaje de vuelta fue agotador… la tensión acumulada dio como resultado una bajada de dicha tensión… me atrapaba un profundo adormilamiento, además de mis respiraciones aceleradas y esas otras cosas sintomáticas ya contadas en anteriores relatos. Pero lo peor de todos, fue mi propio pensamiento. Regresaba a casa, pero no me satisfacía del todo, ese pensamiento se quedó relegado a un segundo lugar –cuando siempre había sido el primero–o para dar paso a otros, más perturbadores.

        Recuerdo mi cabeza ladeada, mirando como absorto hacia la ventanilla del coche, con una visual de una estupenda luna, pero con un pulular de pensamiento existenciales no muy alentadores. ¿Para qué nacer si este mundo está lleno de injusticias, miserias y sufrimientos? ¿Qué sentido tiene soportar mil y un mal acontecer, si no consigues desprenderte de ello? ¿Qué sentido tiene la vida cuando se resume en estar encerrado sin ser culpable de nada y ser impotente para cambiar tal sino? Y un largo etcétera que podréis imaginar, y  que guardo para no mermar los ánimos de nadie, para no desmotivar al que sí logre tener fuertes motivaciones. Sólo os narré, una vez más, mi peculiar y nimia existencia.

        Llegué a casa, tome las pastillas de rigor… esperé a que hicieran su efecto y me enfrasqué en ver algo de televisión, solo para distraer la mente y alejar esos fantasmas del pensamiento que me perturbaban durante en ya narrado viaje de vuelta!

        Sólo acabar, dándoos las gracias por vuestro tiempo en leer estas líneas, y decir a esta compañera chupasangre, Agorafobia, que volviste a conseguirlo… que de nada me sirvió mi reclusión monacal en mi particular claustro de mi salón. Veo que me aventajas en paciencia y esperas el momento oportuno para dar tu estacada. Como siempre he sido honesto, y deportivo, he de decirte que lo lograste… sutil, paciente, y ejecutando en el momento oportuno. Enhorabuena por tal estrategia. Pero no olvides que otras batallas has perdido… y hoy, renovado en ánimos, pues no tengo la influencia del miedo impuesto ayer, decirte que la lucha sigue… y esto es solo una batalla. Deseo seguir luchando en lo que pueda… ya sabes que voy a por ti… y sé que en otras ocasiones he podido vencerte… Asi que cuenta con eso, pues no quiero cejar en mi empeño de apartarte de mi vida y de la de muchos!

        Quizá quede recluido un tiempo… no lo sé. Pero no dejaré que esta partida malévola que iniciaste, sin mi permiso ni consentimiento, vaya a tu favor… Esa ligera ventaja que llevas no dice nada. Cuántos jaques mates se han producido con pocas fichas en el tablero y con apenas tres movimientos.

Un saludo a todos.

3 comentarios:

  1. Alberto, tus relatos sobre tu convivencia con esa "compañera chupasangre" hace que sepamos mas de ti y de esa terrible compañera que no te da tregua. Pero lo describes tan bien, tan certero en tus detalles, que se sufre leyendo porque es real pero a la vez se "disfruta" literariamente. Gracias Alberto por dejarnos conoceros un poco mejor, a ti ya tu pesada compañera. Un abrazo. (Marce Solis)

    ResponderEliminar
  2. Siento que tubieras una crisis de pánico Alberto, por que la verdad es que se pasa muy mal. Pero quisiera darte dos consejos de nuevo: Visita a otro médico, que te valoré y valore tú medicación, ya que yo tenía una crisis dia si, día también, y mi médico me dijo que era por la intoxicación que llevaba en el cuerpo y hacián efecto contrario. Por que si nos medicamos, por lo menos que podamos disfrutar y salir......
    Mi otro consejo és que procures salir cada día, aunque sea a andar un rato por los caminos que rodean a tu casa; ya que el miedo y el pánico que comentas por desgracia también se siente en casa.Llega un momento en que ni tu propia casa te protege, y también lo digo por experiencia, ya que más de una vez estando en la ducha enjabonada, me he tenido que salir, por que me ha empezado a venir esa ansiedad, miedo....pánico, y como he podido ir a casa de la vecina sin articular voz, muy mareada y tenerme que esperar alli a que se me pasara, o llamar a la ambulancia o al médico para que viniera a mi casa..... Por eso te digo a tí, si a quién esta leyendo esto, que salga. Que si te empieza el mal rollo te coloques un cuarto de pastilla de trankimazin o diazepan y a seguir andando, aunque te sobre toda la ropa o estes maread@, hay que continuar. Ánimos y ya vereis como saldremos de esto. Yo me encuentre mal o bien intento salir cada día, ya que en casa también me ha dado.( Espero y deseo no os pase a vosotr@s, pués no es una experiencia muy agradable)....Besos

    ResponderEliminar
  3. Hola Alberto! Hacía tiempo que no navegaba por estos mares y hoy he ido a parar a tu entrada. Hablamos ya una vez por mail y me gustaría darte un consejo que a mí me funcionó, funciona y seguirá funcionando. Todo lo que has dicho, han sido síntomas, situaciones hipotéticas que te podrías encontrar pero... no te has encontrado finalmente. Has dicho que corrías, que luchabas por salir... pero en todo ese proceso, realmente, no pasó nada "real", ¿verdad? y es que... eso es la ansiedad, así trabaja con nosotros. Realmente, ella sale a "saludarnos", a "enseñarnos sus dientes" pero somos nosotros realmente quien le da la bienvenida o le echa a la calle. Yo he mejorado mucho, tanto que ya no voy con la ansiedad todo el día, sólo en situaciones muy drásticas e incluso he conseguido retos que antes de sufrir ansiedad no podía superar (dentista, sacarme sangre, pruebas médicas, etc.). Ahora, gracias a la respiración, a lo que he aprendido con mi psicólogo, no sólo no me mareo en esas situaciones si no que salgo como si hubiera estado de relax. Los ejercicios de relajación ayudan mucho, pero mucho. Pero también somos nosotros los que tenemos que poner de nuestra fuerza. Lo que te comentaba: yo he pasado a "pasar" de lo que pueda pasarme. Es decir, si empiezo a sudar o a temblar o a pensar que algo me va a pasar pienso "pues que me pase", alguien me recogerá o ya me esperaré a que se me pase. De veras, que he pasado a sensaciones tan fuertes como dolores en el estómago, riñones, o en el propio pecho... pero sigo mi camino por terreno peligroso y, al final, acaba pasando y cuando me daba cuenta, ya ni me acordaba. Una cosa que me fue bien aprender es que me comentó mi psicólogo que la ansiedad tiene un tope, un lìmite, y que de hay no pasa.... es cierto. Cuando estás en el momento alto, huyes, te evades y evitas toda situación o sitio y entonces baja la ansiedad. Pues si consigues aguantar esa sensación sin evadir o evitar, la ansiedad, empieza a bajar por ella misma. No hay más situación ma´s fuerte que la "ficticia" que tenemos. Si te lo piensas bien y analizas tus situaciones, verás que solo han sido "sensaciones", nada más.
    Perdona si me he enrollado mucho y no me queiro alargar más... solo decirte o pedirte que no evadas, que no evites...que cambies el chip, le des la vuelta a la tortilla y sigas dónde estés resignándote a que esas "sensaciones" serán tu compañía durante tu escapada hacia terreno peligroso. Es duro decirlo, pero "sufre" pero no huyas. Con el tiempo, vas ganando terreno. Y dicen que hay recaídas, sí... pero no huyas, ya sabes que pasará... al final, las recaídas serán menores y menores y llegarás a un punto que estarás tranquilo todo el día y si viene un "ataque", simplemente, déjalo que venga, te haga compañía y cuando se canse, ya se irá. Y se va. A no ser que tú lo retengas, que entonces se quedará.
    Saludos y ánimo!!

    ResponderEliminar